jueves, 14 de octubre de 2010

NUESTRA UNIÓN

H
e aquí que sentimiento inesperado. Domínguez observó en silencio la casa dispuesta como siempre, con la luz ya en todo el espacio, los libros allí desde hace tanto tanto tiempo, la posición de los enseres según el último movimiento de su uso, cómo dichos usos son la célula de la historia y del tiempo, cómo al final uno puede pasar los setenta años de una vida contemplando el enredo insoluble de un berenjenal. Este sillón, que muy bien acompaña las venialidades de Domínguez, la grandeza de sus instantes plenos de tópicos y uránicas, dédalos tejidos con la maestría de la araña, el mueble debía tener semejanza con la bestia amansada por el héroe. Había que dar cuenta de cómo quedan retenidos los ecos de cada paso dado y de cada palabra enunciada, acumulación de las cosas a la suerte de lo cotidiano, se había sentado sobre una cuchara dejada ahí desde lo inmemorial, entendimiento de lo humano y de lo doméstico, tan familiar para sí, que al furor del vino y platicando con Reyes Ramos en el Italia confesó la delicia indiscreta que es la vida con Maribela, frutilla, sus pantis enrolladas en el suelo tras despojarse, ese desliz en puntas, la invitación exigente de ese culo tan parado, a asaltarla, poseerla y arrastrarse cóncavos hasta la cama, tirarse junto al ocioso Bólek, a quien despiertan el olfato y luego indiferente se lame. Confió casi todo, espacio al cabo del cual comprende, había trastornado a su amigo con tales imágenes, que delataron cómo desea a su mujer, normalmente tan dueño de sí el intelectual ahora enlodado en instintos, sólo ella lo transforma, únicamente ella doblega su integridad. Domínguez había pecado de bocón en su contra y sólo una clase de personas actúan así. Guardó silencio. Notó que su respiración hacía un sonido silbante y entonces su recuerdo atrajo el pneumotórax de la señora Kleefeld, el paisaje de la Montaña cubierta de nieve, al doctor Mann, a la compatriota Tous les Deux, la ridícula impresión de extravagancia que tiene el extranjero culto de la clase noble nacional, casi le da por tenerse con las manos atrás, herencia histérica el hábito de sentirse vigilado y proceder siempre bajo el disimulo, ansiedad de pretender quien no se es, atavismo legendario y vicio, historia de un alma nacional culeada y confundida. Pero ahora, tanta digresión en este volver al tiempo que exige acción, el apremiante medio día, le provoca comezón en la cabeza porque no se ha bañado. Tan farragoso este día tras día ordenar la vida por encima del resto. Tenía el discursito tan bien ensayado, manido y amanerado de insatisfacción, que Reyes Ramos en el único consejo serio que se tomó la molestia de ofrecerle, luego de escuchar lo que tituló Elegía solipsista de Domínguez Domínguez, un laberinto sin salida ni Minotauro, fue dejar las altas mareas, amigo mío, a quien pueda navegarlas, algunos elegidos como Geraldo Do Nervala o Chivis Élizon, y comenzar a creer en ideas positivas, dejar de pretender espiar lo capital, instó a admitir que ningún caos es inteligencia y que a Dios no se le coge por ningún rabo. Domínguez consideró vagamente la propuesta; aunque nervioso, entre sorbos intermitentes a su taza y mal de San Vito su pie bajo la mesa, disperso por la repercusión de palabras tan atinadas respecto a su vida, pensó llevarse la idea para trabajarla en casa pues aquí estaba intrigado, sospechas y celos. Este espacio tan sobrio que es el Italia ahora le parecía culterano para el examen de conciencia que hacían en su nombre. Argumentó casi a vuela pluma, destajo de ideas, que sin embargo ambos saben que el ser comienza con una vida interior intensa, lo cartesiano, hombre; aunque es cierto, admitió el pretexto, a veces se comienza por organizar la caja. No dejaba de inquietarle el comportamiento de Maribela sentada en medio del debate, sus calosfríos repentinos y fugaces, el disimulo enhiesto; extrañamente su conversador también mostraba afecciones inusuales. Domínguez comprendía con claridad a qué se refería su compañero; sólo pudo transigir con un rictus, le interesaba discutir el tema porque se trataba de su vida pero su atención era atraída por las agitaciones subrepticias de su mujer, porque definitivamente algo le ocurría, no obstante cuidaba no interrumpir la reflexión. El ilustrado Reyes Ramos es alguien con quien se puede hablar de la vida con entendimiento sobrado pero ocurrió que de improviso un rigor mortis de Domínguez puso fin a la amistad de tantos años y al respeto que aquél le merecía, principalmente porque al buscar bajo el mantel la pierna de su mujer encontró su mano sobándole el sexo desde hacía varios minutos de conversación. Luego de recogerla del ensayo le invitó un café en el Italia precisamente porque en domingo no asiste la feroz intelectualidad. Pero esa tarde había una gran fiesta y ahí encontraron a Reyes Ramos solitario y lloriqueando porque su novia no volvía del extranjero ni le daba razón, el hombre juraba imposible soportar más. Sin duda alguien se la está cogiendo, descifraron con matemática infalible antes del vodevil sentimental que fue acompañarle la cuita. Pero en este momento telúrico y de flagrancia, antes de cualquier otra reacción Maribela suplicó en crisis que ambos la dejen en paz, gritó se levantó se largó sola, víctima del acoso de un par de bestias juró ofendida no soportar a los hombres. Domínguez sencillamente no admite que lo igualen con todos. Antes la sorprendió en el pasillo del baño hablando demasiado cerca con Reyes Ramos acariciándole la carita, se dio cuenta que la dulzura de éste era tan falsa que ofendía; y ella, capaz de abandonar a mitad de la función por actuaciones estériles o argumentos inverosímiles, dice que ofenden su inteligencia, y esa vez no pudo notar lo falso; tardó tanto en el baño que en medio del desmán del ambiente de la noche de la fiesta Domínguez tuvo que ir a buscarla, no supo cuando Reyes Ramos se levantó siguiendo los pasos de su mujer hasta que lo descubrió de hinojos, sin importarle lo público, aferrando su rostro al sexo de Maribela y venciendo la resistencia con la intensidad de su lujuria. Entonces ella percatada de la presencia de Domínguez, con esa mirada incrédula de que le falle la astucia, porque en flagrancia, en su impotencia hipócrita de no poder quitarse ese rostro anguloso y adusto, casi despiadado que tiene Reyes Ramos, marido y mujer se miraron a los ojos, a lo lejos, y ella justificó dando a entender que no soportaba más indiferencia al respecto, ese hombre a sus pies era perturbado por un drama y ella estaba ahí fraternal de semejante condición equívoca de ser humano, y sólo eso, como haría una hermana, por favor que Domínguez no se inventara historias. Éste, aunque debió convencerse del placer de su mujer, creyó que en su tiempo recibiría todas las explicaciones pertinentes, fascinado como siempre lo dejan las escenas que logra su mujer, entrañas roídas por los celos, recordó que apenas esa mañana antes de irse al Orfeo ella lo provocó subiendo un pie a la cama para amarrarse la bota, entonces le chilló sin motivo acusándolo no creer que fuera capaz de dejar ir a un bomboncito como ella, se sobaba y empinarse fue toda sugestión, lléname, que el mundo sepa que soy tuya; Domínguez nunca sabe si juega pero siempre es llevado al límite, estaba tirado en la cama leyendo el epistolario de K. cuando elevó la vista sobre el libro, ella estaba en celo, demandante, así que la trajo a la cama, la colocó, levantó su faldón y una fragancia audaz se esparció como migración de mariposas, su mujer fue dócil como pocas veces, si le tocaba la pierna entendía que la quería más abierta, estuvo muy quieta pretendiendo no despeinarse porque tenía ensayo a la seis, abrió los pliegues de la flor para guiarlo, descansó su cabeza en la cama y logró empinarse más, darse más, observó a Domínguez como diciendo mira cómo me tienes mira qué me provocas me desconozco tan abierta tan entregada a un hombre, cuando se fue a fondo en ella supo que sintieron como las primeras veces porque manoteó buscando dónde aferrarse; el placer que tiene con Domínguez consiste en saberse desesperadamente atornillada, en los suspiros que le arranca la sola idea de él endiosado y ella sometida, el reclamo punzante de éste por más carne qué abrir en sus entrañas, las cosquillas que le hace con la garganta de su sexo; de evocar la sustancia con que sería llenada, confesó su voluptuosidad ansiosa de desbridarse, ser su puta, sólo suya, cuando la prendió de las greñas y abusó de la fuerza, me lastimas, gimió, chilló que adora ser tomada, papito, tuya en cuerpo y alma, cuando Domínguez se pone como bestia y la tiene con la cabeza chocando contra la cabecera de cama, con el cuerpo doblado de empujarla sin tregua, allanada por los embates. Maribela llamó a casa durante el receso del ensayo para escandalizar que manaba por todos lados, reconvino tantas veces sin considerar que ella lo rogó indecente, se ajustó la braga para llevarse todo en nombre del amor, alarmada porque iba con retraso. Ahora con Reyes Ramos estremecido por la fragancia de su mujer y aferrado a la fuente, ya sin Domínguez ni amistad que importe, esa debilidad, orgullo secreto de ella, desconcierto de Domínguez saber que esa loca inspiración en parte es motivada por efluvio de lo suyo.

Soportar más que el otro el tormento de las pasiones hasta que rendido alguno aborda el asunto, había cobrado un perfil de competencia mórbida. Ahora es tiempo del desayuno y desde que Domínguez salió de casa ha pretendido unos blanquillos con tripa, prepararía también un milshei y abusaría del chocolate, entonces sintió que la vida tenía esperanza. Evocó la autocompasión pero surgió la imagen de su madre, que sin ocultar la deferencia le preguntó cómo iba con su novela. Estólido, respondió. Sigue escribiendo con esa fuerza, aconsejó. Todavía debo compulsar ambas versiones, abundó en gratitud. Así tendrás más material. En términos absolutos, Huerta Cisneros comprendió que ninguna burla premeditada jamás podría hacerlo sentir tan desdichado como la candidez de su madre. Por momentos así Domínguez admite que la vida, por lo menos la suya, tiene atravesado un principio del absurdo, un primer paso mal hadado. Confirmó que el mundo, por lo más el suyo, malabara sobre falsos puentes colgantes y sin embargo funciona de algún modo, dando tumbos pero sin colapsarse, algo hay atrás, autoría de una inteligencia chambona. Agobiado por tanto, en este momento decide erguirse apolíneo, sobre una hoja de papel ordenará su vida y la asumirá de una vez por todas con un estratagema, tópicos en lista y arrojarse a la acción como cualquier mortal. Humilde y austero, disipará su mente de supersticiones, concentrará la energía en pensamiento y creación puros. Ahora que lo menciona, había comenzado a detectar pistas que van haciéndose más concretas en sus deja vu, y sugieren lo necesario para aventurar una hipótesis, he aquí la ambición del proyecto, que explique desde el último cinturón de inteligencia el motivo de su existir, entonces, como al tomar un atajo, resolver la vida en un jaque mate. Ahora que Domínguez está preparado para darse una vida mejor, se sienta en el sillón viejo donde siempre todo comienza, reconoce imprescindible arrostrar el hecho de que su vida se ha vaciado en espera de un golpe de fortuna gratuito y magno (porque así le gustaría su suerte), notar lo irreconciliable de construir una historia con ensueños de otras, vida parchada, difusa, esquirol de sus propias huelgas, licenciado Zancadilla, su propio abogado, su propio diablo. Y la única certeza es que saldrá disparado de su conciencia, allá va sin rendir examen: ¡Maribela, voy a preparar el desayuno, ¿quieres que haga para ti?! “Maribela voy a preparar el desayuno, quieres que haga para ti”. Siniestro y catatonia. Domínguez se vuelve para averiguar que Bólek lo arremedó. Es sabido que un gato iluminó a un monje budista en la china milenaria al dirigirle un saludo honorable. Pero lo que Domínguez resolvió fue llevar el felino a exorcizar por el padre Bobbio, y se previó complicado en la calle acarreando al animal como si llevase un trapo chorreante, con las garras crispadas, sus patas son tan grandes como las de un conejo y rasgan con esa fuerza silvestre, su madre de casquivana allá en el monte con los grandes roedores, por eso Bólek salió así; pero dado que el camino a la parroquia es largo, el gato desesperaría y terminaría por zafarse al sentir abiertamente los peligros de la calle, y al considerar imprescindible tener que conseguir una caja donde meterlo, la idea reveló su carácter oneroso, se anticipó lidiando con el gato aferrado a los bordes del cubo, escapando por la fuerza y haciendo trafagosa la iniciativa. Fue a examinarlo con avidez científica y trato ortodoxo, le abrió los ojos haciendo clamps con sus dedos, halló unas pupilas longitudinales según se distendían, a toda luz parecía una bestia normal. Maribela advirtió repugnada que si cocinaría otra vez lo mismo, como cada somatizado día de su vida, ¡olvídalo -casi llora-, te gustaría verme derrotada, hecha una marrana! Además de esto, últimamente cada conversación con Domínguez terminaba enfadándola, cada movimiento, la espesura tanática de su existencia, ese iniciar cualquier comentario diciéndole oye, la tenía exasperada. Para mí solamente un plato de cereal, dejó en claro. “Para mí solamente un plato de cereal.” Maribela se mostró asqueada. Ni Willi no se atrevería a semejante bofismo. Más despreciable sostener el absurdo de culpar al gato. Fue a encerrarse luego de anunciar que esperaría a que la llevaran a desayunar a algún sitio. Domínguez abrió la puerta y no necesitó convencer al gato de largarse a la calle, luego que Maribela al escuchar advirtió que no dejara salir a su Bólek. Claro que no, cariño, dijo al deshacerse del animal. Domínguez no tuvo tiempo de asegurarse a dónde iba con semejante orquesta. Recordó alarmadísimo la cita de trabajo que había concertado para hoy, sin tiempo que perder debía simplificar todo a un acicale fugaz y salir arreglándose los detalles y los documentos ya en camino, alinear la corbata y en la entrevista fingir un loco entusiasmo por la vida, saludar resueltamente, sonrisa generosa, postura erguida, optimismo de cracked actor; dibujar un hombre un árbol y una casa, escribirles una historia atrás, ¿de la hoja o del objeto?, del tiempo. En realidad se trata de excogitar una labor que lo haga sentir vivo. Ante la decisión más importante para su vida evitará ser pervertido por cualquier discurso falso u otras voces morales, como quien eligió ser guardián entre el centeno. La conciencia de estar en un momento culminante lo estremece. Catador internacional de aguas de arroz, un decir sinecura; es que no sabía exactamente, debía existir un trabajo mínimo pero bien remunerado por indispensable, quería ser farolero. Lo que tú quieres, estar lejos de la sociedad, acusó Cira de la Fonda un día desesperada le dijo ay tú mira si yo fuera tu madre de patitas en la calle a vender sandía por lo menos en la playa, es que tú quieres el puesto gerencial sin mover un dedo, fíjate, ennoblecía la voz, tu mujer todos los días al Orfeo a ensayar, cuando menos vive de su arte, no que tú, nunca he visto un libro tuyo, nada más te veo borracho, oye, que yo sepa eso no es ser artista, tú lo que eres un golfo, no entenderás hasta que la vida te dé unas cachetadas y agárrate porque ay mamacita cómo duelen; mire, Domínguez, usted todavía está en forma para hacer una vida, déjese de cosas, lo que no fue ya no fue, dedíquese a su mujer, cuídela, qué es eso de que otros se la llevan. Sí, doña Cira, ¿no querrá usted llevársela también? Carcajadas. ¿Le dijiste eso a Cira de la fonda? El joven Santanel reinició la contracción de su risa convulsionada y nasal. Mire, tap tap tap, Cira tronó dedos: di-na-mis-mo, dinamismo, si no la vida se va, ahora usted se ríe, pero uno nunca sabe lo que tiene, yo se lo digo, esa palomita se le echa a volar por insatisfecha. Alguna vez el hartazgo de Maribela exigió a Domínguez dar cuenta de cómo sus mujeres terminaron por abandonarlo, la menos simplemente darse cuenta de las cosas. Entonces Domínguez se enteró de que había vuelto a ocurrir y de que era incapaz de precisar desde hace cuánto cambió la situación. Como usualmente, recuerda algo de los últimos instantes, estaba a un paso de decidirse a preparar el desayuno, componer su vida mediante un enlistado e irse a buscar trabajo la entrevista ¡chin! miró su reloj, estaba dando la primera impresión de ausencia; asunto perdido. ¿Desde hace cuánto tiempo pues había llegado Santanel a casa y cuánto más llevaba reportándole la opinión de Cira de la Fonda, y por qué y para qué? Sintió coraje, ganas de cagar, el impulso de abofetear a Santanel y sobre todo, el privadísimo odio contra sí. ¿Se la vas a meter?, el muchacho intervino a rajatabla exigiendo el detalle como cortesía mínima. Domínguez se apiadó de él como de sí porque antes nunca lo halló tan repugnante; espejaba fielmente su miseria. Maribela lo condenó desde siempre pero no comprendía que el chico no tenía más fondo que tocar y por eso estaba a salvo de todo, hasta de ella. Siento tener que decirlo de esta manera, honey, pero ese joven es una cucaracha, sólo tienes que dejarlo rondar. Hará un nido, sweet heart, se multiplicará y plagará bajo el parqué. Lo que infestó fue la ética de Domínguez, que desde la primera vez y contra su primer impulso, repudiarlo, admitió al impertinente por considerar que le memoraba su propia juventud. Por eso cuando se conocieron Domínguez presumió meter una bala a la televisión por tratarlos de oligofrénicos; y cuando aquél consiguió la pistola, el tiro que se le escapó no rompió la pantalla, pasó junto a Santanel y fue a fulminar la tapa dura de los Karamazov. Así el joven se inventó que tenía ganado el afecto de Domínguez y éste no hizo por desmentirlo, hasta que el tiempo lo revistió de verdad, lo confirma su presencia esta tarde, la familiaridad que se tienen, porque, por ejemplo, ¿cómo es que habían llegado hasta al punto en que Santanel, con su habitual proceder oscurantista y enmadejado, exigía excitado y con sus ojos locos a Domínguez, acuérdate, tú me lo contaste hace años, que tu amigo dijo hoy quiero hacer algo rayante en la vergada de su puta madre, ¡loquísimo!; pero que preguntaste qué significaba tal cosa viniendo de él y algo se jodió, ¿te acuerdas?, que bebió el resabio de la cerveza, se levantó del sillón para ponerse en forma, te miró con la pesadez de haber estado embarrado toda la tarde frente a la tele, dijo ¿vamos por unas nenas?; pero que eso no era loquísimo para nadie, ¿ya?, acuérdate de la voz entubada al ponerse la playera, tomó la llave del auto pero salieron hacia el patio trasero de la casa, siempre admiraste su habilidad para forjar turcos en la oscuridad; pero no tenían fuego, ¿ya te acordaste?, cuando en el silencio del no saber qué hacer, más bien del no querer responder a nada, entendiste por primera vez que mucho de esa acción era la encrucijada, el hábito de complicar todo, presenciar cómo se enredan las cosas, dijiste, ¿te acuerdas?, la indolencia de no regresar a casa por cerillos, prefirieron ir a casa del vecino, se movieron como gatos en la oscuridad hacia la calle, la piel se me erizó con la historia, acuérdate, que le preguntaste, el vecino ¿qué pedo?, es aviador, respondió, no entendiste nada; a las dos de la mañana intransigentes con que les abrieran la puerta, primero se encendió la luz, luego el traqueteó de la cerradura, apareció un sujeto con lentes oscuros quien fingió gusto por su presencia y los pasó a una sala polvorienta, ¿ya?, abrió las cortinas como para compartirles su sol, luego arreglaron que podían fumarla pero súper de volada porque estaba con su vieja, te presentaron no como el joven Domínguez Domínguez, sino como un simple camarada y sentiste poco aprecio, el tipo te dio un fuerte apretón de mano, su brazo, acuérdate, parecía un hato de venas y estaba justamente nervioso, mas no por su presencia, pediste el encendedor te acomodaste y atacaste; el anfitrión rechazó tu ofrecimiento, mañana tengo que chambear, excusó, más tarde te comentaron que no era motivo para no querer, ese tipo andaba colocado todo el tiempo con lo que fuera, evidentemente esperaba que se largaran pronto, notaron su paciencia amenazando con arrepentirse y tu amigo actuó de esa manera, dijiste un poco triste, yo te vi, llave de tanta complacencia con que solían empacharse; ése bato era aviador, te lo engalanó, y como si fueras incapaz de concebir tal dimensión te lo describió como un verdadero antihéroe, fue cuando sentiste que en el fondo no te respetaba porque no sabías, dijo, este güey no se anda con mamadas, dile, se dirigió a él, pero lo que hizo fue subir al primer piso por una Colt que puso entre tus manos, la pesadez del arma inspiraba, dijiste, saber que a ese artefacto lo acompaña un poder torvo, ordeñaste el cigarro y modelaste tu mano con la pistola, apuntaste al suelo, hacia la ventana, sí, el sujeto comenzó a querer impresionarte con que tenía un paro gordísimo directamente en la Federación, ¿verdad que sí?, sabía cómo estaba toda la transa del narco pues era piloto del Sistema Secreto de Inteligencia y capitaneaba aeroplanos, te contó cómo un agente que lo acompañaba en operación no le creyó hasta dónde podía osar, por lo que apagó el motor de la avioneta y la dejó en caída libre, el agente se cagó de miedo y desde entonces en la corporación se propagó el rumor de su temple; sin darte cuenta interrumpiste con lo bien que te caería una cheve, nada más hay agua tajó, no dejaba de mirar excitado cómo maniobrabas la fusca, entonces te la arrebató para encañonarte la cara… no mames, suplicaste, ya estuvo, se quitó los lentes y tenía los ojos inyectados, una presión intensísima, de mentón amenazador, palpitaba adrenalina, pero que nada decía y te sentías empalado, a tu compa sorprendió la escena al salir de la cocina, verga, dijo con el interés para una escena emocionante, ¿qué transa, Mike?, pero solamente fue ignorado, sentías la mirada de tu victimario traspasándote, ¿qué pasa, Miles?, insistió nervioso tu compañero, entonces le sacaron lo obediente al dirigir el arma contra él, lo hizo ocupar su lugar y devolvió el cañón contra tu pecho, que entre esa embocadura negra y tu vida había sólo un instante, dijiste, un grado de fuerza en su dedo para aniquilarte, un juicio precipitado en su mente para cagarle y dejar de existir, luego vino a poner su rodilla en ti y aplastarte sin dejar de apuntar, sentiste horriblemente ridículo ahora con el cañón sobre tu sien, que de pronto el tal Mike soltó una retahíla de tiros como si la pistola fuese metralla, cagado de risa; pero tu alma descansó, y celebraste el chiste como una ocurrencia ingeniosísima porque la pesadilla terminó, fumaste por ello, no soportaste el humo, lo expulsaste con la risa, luego más tosedera y risa, te guardaste de reprochar siquiera con la actitud, que no había pedo, fuiste palmeado en la espalda por tu verdugo, te quebraste, papá, te quebraste; luego los convocó al gran ventanal, abrió para asomar la cabeza hacia arriba y gritar: ¡Nena, no te espantes, van a jalar! ¡Ay, Enrique! Pam pam pam, que aventó unos tiros en respuesta hacia el jardín rompiendo la quietud del vecindario, afuera un perro se obsesionó ladrando y que un día le meterían plomo por zurrarse en el pedazo de banqueta del Mike, dijiste cómo advirtió en el momento en que te pasaba la pistola, debías disparar a la pantalla negra que se suponía era un jardín. Pam. No, pendejo, como hombre, te regañó el Mike. Y al decir “descárgala”, hizo un gesto de empoderamiento tan significativo, casi orgánico, que te conquistó dijiste ¿te acuerdas? Y ¡órale, putos! ¡Pam pam pam pam pam pam! Seis fogonazos que te dejaron temblando, caliente, destilando un furor endiosado. Ahora va este güey, te quitó la pistola y se la entregó. Al final del escándalo se percibió la voz de la mujer: ¡…rriiiiqueeeee! Que tu cuate confirmó con la cabeza esta buena onda que era jalar una fusca. ¡A huevo!, dijo. Bueno, pues ya estuvo, lléguenle a la verga de aquí, los invitó el Mike. Dijiste que se dieron por servidos y se despidieron agradecidamente. En la puerta les recordó que por cualquier contingencia, clave ocho, cerró dejándolos al pie de la noche. Al final tu pana encendió un cigarro ya en el auto, que se conseguiría una pistola para hacer a la mamada como el Mike. Terminarás matando algún inocente, opinaste. Que él era Dios, balandronó. ¿Qué pedo ese wey? ¿Dios? No, el vecino. Cerraron el tema. ¿Te acuerdas? Domínguez estaba paranoico porque sí recordaba. Por ello plantó lapidario su negativa y evadió exigiéndole bajar los pies del sofá. Fue terrible para Domínguez escuchar la historia perfectamente igual a como se la narró algún día, las mismas palabras, inflexiones y actitudes idénticas hicieron arrepentir al autor, de ver tan visceralmente su estilo le resultó abyecto. Casi pierde lo inglés. Además dicha historia del Mike, se jactó incómodo, naturalmente había sido un invento. La verdad es que sintió horror porque comprendía que su amigo no era más que un chaquetero. ¡Tanto que lo crispan los alaridos!, principalmente los de la conciencia. Santanel continuaba excitado y saltó de improviso al clímax de la historia del Mike poniéndola en escena: ¡¿Talking to me, ahh… talking to me?! ¡Fuckiing diiee! Sus frases preferidas para hacer el drama dirigiéndose totalmente histérico a un antagonista intangible, creciendo en pasión, asomado a la ventana lanzó alaridos ensayando temperamentos para la voz ¡fuckiing diiee! Supo que debió impedírselo porque casi de inmediato, que quién está gritando foquin dai, la vocecita con que Maribela reapareció, ahora soñolienta con el teléfono en mano y tallándose los ojitos, estaba durmiendo su siesta, hizo puchero de ya cállense y soltó un gemidito que reprochó no la dejan dormir y el vecino la regañó. Te sentiste culpable de su desdicha sin imaginar su arte de alentar la ternura en los hombres. Entonces afrontaste tu responsabilidad a regañadientes y llevaste la bocina en letargo y transcontinental viaje hasta tu oreja, consternado, recibiste la furia del vecino como frente a un temporal, tu silencio nos formó una laguna de expectativas. Tuvimos la impresión de que te quedarías ahí para siempre. Respondiste. No, señor, foquin dai. Pero no te comprendía. ¡Foquin dai! No no no no, sólo foquin dai. No, no me gustaría que fuera a gritar a mi casa. ¿Cómo dice? Introdujiste al vecino en el asunto con una síntesis: Se trata de la fuerza del drama. Te detuvo en el acto con otra zurra, supimos por tu represión. Insististe con que carecía de intención ofensiva; sino dramática. Luego creímos que te había despojado el alma por cómo asimilabas a tu interlocutor, estabas lívido y te pusiste repetito, ¿la cara, partírmela?, comenzaste a temblar, ¡no es delito decir foquin dai!, caíste en crisis, “yosólodijefoquindaiyosólodijefoquindai”, hasta que percibimos el repique de la comunicación cortada y te propusimos reaccionar, dejaste de aferrarte a la bocina, narraste lo que presenciamos, no creías cómo las cosas habían salido de orden sólo por el entusiasmo de hacer fraseología. Aquella noche “foquin dai” fue la frontera de tu entendimiento. Maribela te animó con que la cara de mármol que te dejarían resultaba perfecta tanto para el carácter de foquin dai como de toquin tumí, luego cargó su opereta y se largó a su nicho de columba. Estabas hecho un idiota y aproveché tu conmoción para sacarte la verdad: ¡habías conocido a William Iturbide y pretendiste distraerme del asunto! Francamente alteraste el orden. Comenzaste a buscar cómo escapar por las paredes. Quedó evidente por qué tu promiscuidad con la historia del Mike. Estabas ahí apelmazado como tantas veces con tu extravío normal y dije bien, así que hoy te sientes fenomenal. Trabaste el rictus de siempre, con que el pretendes conmoverme una vez más. La simpatía por el señorito Iturbide había cobrado emoción en el novato, en lo secreto. Domínguez fue hacia Santanel y le imprimió una porra en el ojo. Nadie sabe si se lo puso moro porque en conmoción y sin dejar de balbucear cubriéndose medio rostro, al estilo fantasma de la ópera, Santanel buscó la salida para huir por siempre. ¡Bucanero!, todavía fue condenado.

Domínguez fue a sentarse en el sillón para revivir los hechos y fabularlos con arreglos más dramáticos, más a la sazón para chuparles vida. Pero como ya es usual a esa y cualquier hora, sonó una bocina muy elegante. Domínguez alerta de inmediato, se preparará una tacita de té para la angustia y otra de café para los celos, previendo que la atmósfera del departamento empezará a contaminarse de soledad. ¿Dónde andará Bólek? Teté silbaría en cualquier momento. Domínguez espera dicho anuncio, se había convertido en el momento cumbre de sus días. Maribela apareció embellecida dejándolo sin palabras y en claro de que en momentos como este el amor es lo más importante, haciéndole notar su tedio en la concesión indiferente, sí, hombre, sí, cuando regrese me das mi culeadita y todo aquello que te gusta. Besito. Se fue otra vez. Domínguez la acusó de revoltosa pero a estas alturas Maribela se echa a reír, ay, de su maridito inocente, tan falto de algo en qué creer; lo que necesita, de mí, aunque por ahora mi deseo está con Willi, mi cabeza en terminar la temporada, vienen el fin de año y las fiestas, esta vez no ceno aburrida, diré que la paso con mi madre, pero en casa de Willi, me estoy enamorando, tanto decir que soy su diosa; por cierto, tan apuesto su padre, cada cana una experiencia, seguro se coge a la secretaria, plebeya con suerte, mientras su esposa en la canasta, colgándosele lo fofo de los brazos al estirarse por la carta, eso sí, los mejores perfumes, que me lleve el señor Iturbide de compras a Lyon y a un atardecer campestre en Strawberry Fields, volver por la noche luego de cenar lujoso; que el apuesto capitán me invite a la cabina; el próximo verano quiero un amante extranjero, uno muy bandido; Domínguez nunca deja en paz a nadie con eso de la fidelidad y el modelo de hombre clásico, nadie le hace caso, ni los mismos griegos lo escucharían, ay, los hombres, a veces prefiero una película de Bubby Keaton, a veces me estorba; los aguerridos de la no gubernamental siempre me saludan entusiastas, si me mira alguien crees que deseo todo con ése, si me muestro coqueta con la vida me paralizas, tus celos me tienen harta, no eres el mismo, cógete a alguien, que vuelva la sonrisa a tu rostro, a Cira de la Fonda por lo menos, por cada paso que das llevo tres de ventaja, es que no comprendes que ardo, quiero que alguien me regale un diamante de veintiocho puntos, necesito a alguien que me domine me someta me controle me retenga me abra me clave me presione me bautice suya me calle la boca me arree me meta de las greñas a la casa me contenga me coja sobre la cabalgata llanera de un potro me deje fría de tan macho y sepa cómo hacerme tomar gusto a sus desprecios me bese por fuerza el primer día y me meta mano en misa me corretee me ate me obligue me tenga encuerada y sin comer, alguien por quien arrastrarme como una perra, solamente pudo Manolo, el vividor, el Maldoror, aplicaba conmigo sus tácticas de proxeneta, dicen que se chucha a todas las maracas y las carambas de la zona beligerante; tomarme las pastillas sin falta, ni Dominguitos ni Willitos; Domínguez me envidia porque Willi me ofrendó su virginidad y él a ninguna ha desvirgado, no tengo la culpa de su trauma; sí lo amo pero no me gusta que hable a gritos, luego el vecino nos regaña; me gustan enojones; ahora la coronación, preciosa ante el espejo, me doy cuenta cómo todo el mundo me quiere, sólo Domínguez disfrutaría que me descadere, quisiera mis virtudes, yo soy libre, una pájara, soy la pasión, la ternura, dádiva de la vida, la madre, La Mujer; Domínguez cada vez está más solo, se hunde como el titánico, solía deslumbrarme, creí que lo sabía todo hasta que apareció Reyes Ramos; estoy a un paso de sentir lástima, me dará asco; Domínguez el verdadero tirano, sapo despiadado, ¿entonces yo una sapa?, yo libélula, Willi libélulo haciéndome el amor pegados de nuestras colitas tornasoles en el aire brumoso del amor, bzzzz, me dice apasionado, bzzz bzzz, le respondo excitada; soy mujer que sabe lo que quiere, escritores hablan mucho y besan poco, Reyes Ramos, tan tímido para robarme un beso, tan ansioso de arrojarse a mis pies, en el fondo un niño desamparado igual que todos, defendí a Willi de un tipo abusador, odio el ridículo, frente a sus padres aquel gran danés vino a meter su hocico directo en mi entrepierna, delator; ¿qué me dijo el padre Bobbio?, que pecado es desperdiciar talento y que fuera a visitarlo más seguido, su manaza peluda acariciándome la espalda, sin pedirme permiso obtendría lo que quisiera pero no imagina, me mira siempre los pies; aquel caballero en el parque me convenció de darme un masaje, siempre los otros, si me van a poner en cuartos por lo menos una almohada abajo, ay no, es que casi treinta y cinco, algún día seré vieja, llegando a los cuarenta me hago santa, a ver si aguanta Domínguez, todavía me falta Reyes Ramos, ese grosero de Manny, el joven y apuesto portero del Orfeo, Éufrates el barítono, el carnicero, ese modo de mostrarme el producto, probar el cuarto oscuro, la doble penetración y el oral con crambrulé; en el coctel de la embajada el canciller, muy paternal apretó mi naricita, qué bonita eres dijo, supe exactamente dónde habían estado esos dedos; el maestro Jamaica, luego de la clase de corporalidad me llevó a remar al lago y jugamos a que yo marinero y él capitán, alto riesgo, marinero, dígame, capitán, se responde a la orden, mi capitán, perdón, mi capitán, nada de eso, la falta amerita Consejo, no, por favor, mi capitán, se lo ruego, imposible, lo menos, un correctivo ejemplar, ¿qué me hará, capitán?, se lo diré en mi camarote, ¿me dolerá, capitán?, le gustará, marinero, es que soy casado, mi capitán, ¿sublevación?, nada de eso, mi capitán, lo que usted ordene, entonces sígame, lo voy a…, ¡aaahh, maestro Jamaica, nunca creí que usted!, a veces siento que verdaderamente me palpita, creo que aún amo a Domínguez a pesar de la locura de pasar la vida frente a una taza; me miro en el espejo, me pongo coqueta, soy sólo una nena adorable, ¡yuju!, lindas damitas y distinguidos caballeros, ¡a debutar! ¡Fuiiiiiiii! Ahí estaba la tetera llamando al presente constatable y serio. Domínguez es la sensación de salir botado de una paliza. Apenas hace un instante la visión de su mujer yéndose con William Iturbide en ese coche estupendo. Anhela otra situación, que le valga un loco despeñarse por una margarita; pero siempre es efectivo lo real: este hervidero de pasiones y el exceso de fabulación. Fue a servir el té con el entusiasta Bólek siguiéndole los pasos, con la torpeza a la vez elegancia de su naturaleza híbrida, sus patotas, su amistad un poquito interesada. Amigo, ¿tendrás algo para este viejo camarada?

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